15.6.05
Como a mi
Son los días así en los que me pregunto si, como yo, habrás notado que desde que no estamos juntos, no ha parado de llover ni dos minutos. Que los miércoles y los domingos en los que te toca descansar, como un significado del destino, no deja de garuar. Me pregunto si de veras pensás que lo que cae es agua, o si sabrás que en realidad se trata de mis lágrimas. Si notaste que este invierno promete ser más frío que ninguno, y que no es posible encontrar una fuente de calor que se parezca a lo que juntos lográbamos sólo con arrimar nuestros cuerpos para hacernos uno. Me pregunto si se te escapará una sonrisa cuando le contás a la lluvia que para siempre nos pertenece... si te reirás al acordarte de los trotecitos de la mano por la calle para llegar cuanto antes a la cama y hacer el amor hasta que el frio se desvanece.
Quisiera saber si todavía, cuando hay una noche que diluvia sin ton ni son, dormís abrazada al osito-ángel que, en mi ausencia, te protege y te da mi bendición. Muero por conocer si al oir el estruendo de un trueno violento que rompe la calma, tus labios susurran mi nombre en busca de la tranquilidad que sabés bien que sólo te propina mi alma. Sería hermoso saber si dibujás mi cara en la ventana empañada y la rodeas con un corazón para que de tu amor esté por siempre acompañada. O bien observarte desde un lugar que no me veas, buscando el calor de mi pecho con tu brazo estirado en la infinidad de tu lecho.

Podría escribir una duda por cada gota de lluvia que ahora mismo cae. Pero quiero que sepas que tengo presente y me llenan de alegría las certezas que me aclaraste el último día: tengo todas las cualidades que reune el hombre de tu vida, y mañana queres formar conmigo una familia.


Es inevitable

Como un trueno que irrumpe el armonioso sonido de la llovizna al caer, así te voy a sorprender. Despierta en la mitad de una noche completamente vacía, en la que por fin dejes de engañarte y hagas lo que tu corazón ansía.
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Como un felino agazapado en las cálidas sabanas de mi amar, así me vas a ver llegar. Cansada del frio polar de tu soledad, será la sabiduría de tu cuerpo la que te implore que a mis brazos vuelva tu hermosa identidad.
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Como se escucha a la nítida voz de la conciencia al mentir, así a mis latidos comenzarás a oir. Harta de vagar por miles de caminos sin rumbo, tus pies te traeran solitos hasta los terrenos de nuestro mundo.
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Como se siente en el pecho el verdadero fulgor, así vas a necesitar experimentar de nuevo el mejor amor. Impulsada por unas ineludibles ganas de abrazarse, te entregará tu propia alma a la mía para que puedan volver a juntarse.

TE ESPERO MI AMOR.
 

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8.6.05
Nosotros
Nos conocimos aún siendo nenes. Vos no habías dejado del todo las muñecas, y yo en secreto jugaba con autitos y trenes. Sabíamos muy poco uno del otro, y la vida nos había cruzado muy pocas veces. Pero siempre que estuvimos frente a frente, ambos sentíamos la certeza de que jamás nos seríamos indiferentes.
Producto de la mera casualidad o del meticuloso destino, comenzamos a hablar y conocernos; a caminar juntos nuestro camino. Las tardes perfectas y las noches eternas de calma sirvieron de pretexto para que cada uno fuera mostrando el mapa de su alma. Así supe que vos llevabas un corazón que pedía a gritos que alguien lo acurruque. Y por tu parte supiste enseguida que el mío clamaba porque alguien lo eduque. La niñez se puso la ropa de la adolescencia, y nos embaucamos de lleno en esta historia que la resume la palabra pertenencia.
Juntos aprendimos a desafiar al tiempo inapelable, a compartir asuntos ingobernables, a hacer el amor hasta que el orgasmo parezca inalcanzable. Cuando las presiones y preocupaciones del mundo tomaban dimensiones dantescas, era cuestión de acudir a tu hombro para que en ese mismo instante, como por arte de magia, todo mal desaparezca.
Sin embargo atravesamos pasajes grises, en los que como un verdadero tonto olvide que las tuyas eran mis raíces. Regresé a vos como el niño que vuelve a casa luego de haber estar perdido, y jamás encontraré forma alguna de agradecerte que de igual forma me hayas respondido. Obviamente tal aprendizaje no iba a pasar inadvertido, por lo que de adolescentes a casi-adultos pasamos a estar vestidos.
La marea trajo a nuestras calmas orillas los primeros signos de que estábamos creciendo: responsabilidades, atribuciones e intereses personales arribaron como mensajes en una botella que uno a uno fuimos leyendo. Apoyándonos mutuamente y con una determinación abrumadora, el amor creció en dimensiones oceánicas hasta convertirse en una aplanadora. Todos envidiaban sanamente la fortaleza de lo que día a día con ladrillos de pasión construíamos, y por la noche, abrazados al igual que cuando éramos nenes, hasta la llegada del amanecer como dos ángeles dormíamos.
Una vez que comprendimos de lo que éramos capaces con un cariño tan penetrante, todo lo que siempre quisimos lo obtuvimos en un instante. La lluvia pasó a ser eternamente nuestra; el mar y el río antes de dejarlos suplicaron de nuestro amor, una última muestra. Llegué, mediante tu carita llena de alegría, a arrebatarle las rimas más hermosas a la poesía. Me regalaste tu ser de mil maneras diferentes; mediante cartas, canciones, libros, poemas y besos que nunca consideraste suficientes... Para ese momento estaba todo muy claro: ya no se trataba de otra cosa que de adultos en pleno funcionamiento.
De la mano de una confianza blanca, pura sólida como marfil y de un enamoramiento muto tremendamente intenso, me diste a conocer deseos tuyos que me dibujan una sonrisa cada vez que los pienso. La idea, pero que me elijas para hacerte mamá en un futuro es algo que aún hoy me desvela.

Hoy estás lejos de mi, tu incondicional pretendiente, sumida en asuntos que es cierto que hace tiempo tenías pendientes. Y también sé que en esta búsqueda de tu identidad indiscreta, descubriste vida en otro planeta. Pero sé que mi amor por vos es demasiado profundo, y que tu corazón, tu alma y tu cuerpo saben con certeza que pertenecen a este mundo.
 

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