30.6.04
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Hoy se cumplen 18 años desde que la selección argentina ganó el mundial de México, en lo que fue el torneo consagratorio para Diego Maradona, quien le demostró al mundo que para ser glorioso simplemente hay que jugar con el corazón.
Más allá de las controversias, más allá de la "mano de Dios", más allá del tiempo y el olvido, desde Vida de Perros, un pequeño aporte personal en agradecimiento por tanta felicidad obsequiada gratuitamente..
ILUMINADO
La cinta se reproduce una y mil veces en los cinco continentes y muestra siempre la misma jugada que el mundo entero conoce de memoria. Ante semejante fragmento de perfección, no existe un adjetivo que pinte de cuerpo entero tal obra. No hay palabra en el idioma que describa tanta belleza, ni metáfora en la poesía capaz de ilustrar tanto arte.
Para los escépticos, es la prueba definitiva de que la excelencia humana es posible si existe una conviccion pura. Para los románticos, es la verdad irrefutable de la magnitud del corazón.
La cinta se reproduce una y mil veces. Toma la pelota en la mitad de la cancha y va. Como un cometa albiceleste con una trayectoria indesviable. Surgen dos ingenuos rivales, que toscos intentan arrebatarle su tesoro. Pero nada lo detiene. Con un firulete sobre el balón los deja en el camino, atónitos. Y sigue. El sol rebota en su objetivo y lo tiñe de dorado, mas aún falta. Camuflado, desde el verde del campo salta un león blanco en busca de su presa. Sin embargo, con un solo movimiento de cintura, la presa le deja en triste evidencia al depredador que todavía la mente es superior a la fuerza. Y continúa, nada lo detiene. Su convicción divina lo hace imparable y la distancia hasta su meta va disminuyendo.
Las almas de todo un pueblo se unen por una vez en un mismo sentimiento. Es la revancha otorgada por el destino, es la esperanza a manos de un mortal que avanza sobre las huestes enemigas a paso redoblado. No para. Un agente de inteligencia especialmente entrenado arremete inhumanamente contra su objetivo. Lejos de sentir dolor, la determinacion se incrementa alimentada por la sed de venganza. Con la gracia de una gacela, hace un toquecito pequeño, enorme, engancha hacia adentro y sobrepasa al defensor.
La suerte esta echada. Ni una alteracion en la armonia del universo seria capaz de revertir el designio.
Sabiendo que es la última esperanza de una nación rendida, el arquero sale a matar o morir. ¿Qué importan los códigos de los hombres en tiempos de traición e hipocresía? La orden del cerebro es irreprimible: detenerlo, a cualquier precio. Desde atrás, un devoto más del credo de la deslealtad se une a la infame misión de acabar con la hermosura. Pero ambos fracasan. Con su pierna mística pasa el balón a la derecha, aunque en una milésima de segundo se encuentra nuevamente siendo mimada por el pie zurdo. Atrás quedó el portero y su inútil intento de detener lo imparable. La terrible patada del restante guardián del area resulta también infructuosa.
Todo un país eleva su grito de revancha hacia el cielo y el pórtico del paraíso se abre de un sacudón. En cada rincón del territorio argentino se huele la dulce fragancia del desquite legítimo.
La cinta se reproduce una y mil veces. Mansa y calma la pelota ingresa en el arco, como pidiendo permiso. Hacia el lado opuesto sale corriendo una figura humana, con un brazo en alto y con los puños cerrados. Se trata del hombre que tuvo una convicción pura y una determinación divina para realizarla.
* Iluminado fue publicado en mi anterior -y abandonado- blog, pero por razones de orgullo irreprimible no puedo evitar publicar esta nota cada oportunidad que valga la pena.
Más allá de las controversias, más allá de la "mano de Dios", más allá del tiempo y el olvido, desde Vida de Perros, un pequeño aporte personal en agradecimiento por tanta felicidad obsequiada gratuitamente..
ILUMINADO
La cinta se reproduce una y mil veces en los cinco continentes y muestra siempre la misma jugada que el mundo entero conoce de memoria. Ante semejante fragmento de perfección, no existe un adjetivo que pinte de cuerpo entero tal obra. No hay palabra en el idioma que describa tanta belleza, ni metáfora en la poesía capaz de ilustrar tanto arte.
Para los escépticos, es la prueba definitiva de que la excelencia humana es posible si existe una conviccion pura. Para los románticos, es la verdad irrefutable de la magnitud del corazón.
La cinta se reproduce una y mil veces. Toma la pelota en la mitad de la cancha y va. Como un cometa albiceleste con una trayectoria indesviable. Surgen dos ingenuos rivales, que toscos intentan arrebatarle su tesoro. Pero nada lo detiene. Con un firulete sobre el balón los deja en el camino, atónitos. Y sigue. El sol rebota en su objetivo y lo tiñe de dorado, mas aún falta. Camuflado, desde el verde del campo salta un león blanco en busca de su presa. Sin embargo, con un solo movimiento de cintura, la presa le deja en triste evidencia al depredador que todavía la mente es superior a la fuerza. Y continúa, nada lo detiene. Su convicción divina lo hace imparable y la distancia hasta su meta va disminuyendo.
Las almas de todo un pueblo se unen por una vez en un mismo sentimiento. Es la revancha otorgada por el destino, es la esperanza a manos de un mortal que avanza sobre las huestes enemigas a paso redoblado. No para. Un agente de inteligencia especialmente entrenado arremete inhumanamente contra su objetivo. Lejos de sentir dolor, la determinacion se incrementa alimentada por la sed de venganza. Con la gracia de una gacela, hace un toquecito pequeño, enorme, engancha hacia adentro y sobrepasa al defensor.
La suerte esta echada. Ni una alteracion en la armonia del universo seria capaz de revertir el designio.
Sabiendo que es la última esperanza de una nación rendida, el arquero sale a matar o morir. ¿Qué importan los códigos de los hombres en tiempos de traición e hipocresía? La orden del cerebro es irreprimible: detenerlo, a cualquier precio. Desde atrás, un devoto más del credo de la deslealtad se une a la infame misión de acabar con la hermosura. Pero ambos fracasan. Con su pierna mística pasa el balón a la derecha, aunque en una milésima de segundo se encuentra nuevamente siendo mimada por el pie zurdo. Atrás quedó el portero y su inútil intento de detener lo imparable. La terrible patada del restante guardián del area resulta también infructuosa.
Todo un país eleva su grito de revancha hacia el cielo y el pórtico del paraíso se abre de un sacudón. En cada rincón del territorio argentino se huele la dulce fragancia del desquite legítimo.
La cinta se reproduce una y mil veces. Mansa y calma la pelota ingresa en el arco, como pidiendo permiso. Hacia el lado opuesto sale corriendo una figura humana, con un brazo en alto y con los puños cerrados. Se trata del hombre que tuvo una convicción pura y una determinación divina para realizarla.
* Iluminado fue publicado en mi anterior -y abandonado- blog, pero por razones de orgullo irreprimible no puedo evitar publicar esta nota cada oportunidad que valga la pena.