27.6.07
Desplazados
Ésta no es una plaza como las demás.

Aquí no hay niños sonrientes corriendo de un lado al otro, preocupados sólo porque el placer lúdico se proyecte en la eternidad. De este lugar desapareció hace mucho la sortija de la calesita en manos de algún ser egoista que acuñó para sí mismo la oportunidad de creerse eternamente un ganador.
A esta plaza ya no la transitan parejas felices tomadas de la mano prometiéndose amor infinito. Lejos ha quedado aquella imagen del amable cuidador tarareando canciones de películas antiguas en las madrugadas de verano; porque tal como en una selva amazónica, al presente de este lugar lo rige la dupla del miedo y el sometimiento por sobre el dueto de la palabra y consenso.
Tristemente han transcurrido ya varios inviernos desde que la última paloma levantó su vuelo fugaz dejando tras de sí una migaja de pan sin tocar sobre el mástil de cemento. Los graffitis en las paredes de ladrillo humedecido rezan nombres ilegibles, frases sin terminar, ideas inconclusas o vagamente elaboradas: es que hoy en día ya no nos interesa expresar nada.
Y los juegos, que por décadas y décadas supieron entretener a todos los que nos animabamos a abordarlos, hoy son simplemente una postal del deterioro que nos provocamos como especie, del abandono del niño que alguna vez fuimos y que escondimos detras de mascaras de falsa evolución, de impostado crecimiento.

Ésta no es una plaza como las demás.

A esta plaza ya no le queda ni su gente, que alguna vez por entre sus pasillos y corredores disfrutamos y deambulamos despreocupadamente. Porque por alguna razón que en verdad no comprendemos pero acatamos sin opción, nos hemos impuesto caminar por la vereda del frente mientras la miramos de reojo, tratando de aplacar el vacio que provoca sentirnos tan desanimados... tan desorientados... tan humanamente desplazados.

...No es inmadurez, es que creciendo la inocencia se va...
 

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