30.12.07
Sin Titulo
Hoy les hago entrega del mejor regalo que les he hecho alguna vez. Y paradójicamente esta vez no se trata de un objeto material porque, según parece, mi realidad económica no permite que el sueño capitalista se concrete. Pero no me importa, porque lo que les voy a entregar trasciende el valor de cualquier moneda, no es posible imprimirlo en ningún billete. Su valor es incalculable, como ese tipo de cosas que el precio en el mercado de la vida lo dictamina el corazón.

Hoy les regalo mi felicidad.

Una felicidad madurada, adulta. Una felicidad artesanal, porque no existe en el mundo como ella otra igual. Porque es mía, porque me define, porque es genuina. Producto de un proceso de años de condensación de un cúmulo de sentimientos, sensaciones, seguridades, carcajadas, códigos y experiencias compartidas vividas que hoy caen como una lluvia de alegría que riega mi ser y lo revitaliza.

Hoy les regalo mi felicidad.

Y si la nobleza obliga, entonces me revelo y elijo que sean ustedes los únicos destinatarios de mi entrega, porque son los portadores de los derechos de co-autoría. Cada uno me aporta un porcentaje ecuánime a las acciones de este emprendimiento llamado yo, cuyo valor humano viene en alza desde hace unos años. Pero los rigores del mundo del negocio aquí no aplican, porque no existe posibilidad de bancarrota si no hay competencia. Y mi presente no busca eliminar a nadie, por el contrario, sólo deseo sumar emprendedores.

Hoy les regalo mi felicidad.

Hace mucho tiempo que quiero escribirles sobre todo esto que me acontece. Sin embargo, nunca pude hallar el momento preciso. Hoy me desperté y mis manos solas comenzaron a darle forma a este manifiesto. Que funciona como un documento, un legado que lo mira al tiempo a la cara y se mofa de su condición dictadora. Porque esto es eterno. Yo soy estas líneas, ayer, hoy y mañana.

Hoy les regalo mi felicidad.

Con ustedes de mi lado siento que no puedo perder. Me considero un hombre con suerte, que no es lo mismo que afortunado. La fortuna va y viene, y miles de almas grises cambiarían todo por poseer lo que yo tengo en este instante. Cuento con tres personas con una profundidad humana hermosa, pura y avocada exclusivamente a la única causa común que importa: nosotros.

La certeza que me brinda su incondicionalidad. La firmeza de estos lazos que están mas enteros y firmes que nunca. Si en algún momento los días estuvieron nublados, hoy nos saluda un sol que encendimos en base a cariño puro, afecto del mejor y amor incondicional.

Hoy les regalo mi felicidad,
abran el alma para recibirla.
 

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30.11.07
De Mente
Apoyo el caño de frio metal sobre mi sien.
Cargo mi cabeza con una idea de plata y oprimo el gatillo.
Los fragmentos del arma estallan volando en mil pedazos y direcciones.
Tras ellos sale mi destino dibujando la estela de un cometa-persona con una trayectoria indesviable hacia el Sol.
Voy a extorsionar a mis sentidos para que me lleven más allá de lo que he sentido. Y si las escaleras se suben de un escalón a la vez, yo quiero subirlos de a diez... la verdad es que hace tiempo que a bordo del tiempo me siento como un polizón.

Salto la baranda de esta autopista que ya no me contiene y comienzo a caminar, a caminarme. La calesita del barrio está parada (nota a mi mismo: los pibes de ahora dan vueltas con otras cosas) y los subibajas de madera corroída por el paso de los años, vacíos... resulta increible como ya de chicos nos van preparando para los altibajos, y sin embargo ninguno de nosotros conserva de ellos ese ánimo lúdico.
Y en esta jungla de concreto y peligrosos carteles luminosos que me venden la felicidad en envases sin contenido, sigo arriba de tu montura de Buenos Aires y Mejores Noches.
En tus calles porteñas, los perros me huelen y me reconocen como un hermano más. Y en ese tsunami de imagenes urbanas, un nombre diferente en cada estación de tren: ¿tanta necesidad de diferenciarnos? ¿Cuántos vagones me faltan para llegar a destino?
Mi cuerpo recibe las caricias de la primavera. Mis pupilas rehacen los caminos de mi adolescencia, mientras suena fuerte de fondo la canción que todavía no animé a componerte... ¿será porque todavía no te encontré en ningún andén?
Las esquinas de cruces inciertos me pasan de largo, o yo decido pasarlas a ellas, dilema del que soy protagonista ¿hace cuántos kilómetros de asfalto ya?

Mis manos aún temblorosas por el estruendo del disparo juntan los pedazos del arma desparramados sobre el suelo de mi habitación. Y mi mente, mi mente rehace los fragmentos de una idea de plata capaz de matar a un hombre-lobo en busca de esa utópica felicidad feroz.
 

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21.10.07
Alma Máter
Dejo atrás los hombres que todavía no he sido,
me proyecto hacia el adulto que algún día seré,
y en ese futuro de paisajes aún no vividos,
voy a describir tu nombre como sólo yo sé.

Es el desafío más grande que enfrenta mi poesía,
apelo a las rimas más audaces que jamás escribiré,
y ahora que te tengo enfrente confieso que no creía
que me aguanten las piernas mientras las escuchés.

Me asomo al ventanal de nuestra historia sagrada,
releo el pasado con sus caleidoscópicos matices,
y por sobre las postales de tierras no deseadas,
prima este orgullo de que sean tuyas mis raices.

Camino por este bosque inmenso de árboles extraños,
medito tal como me enseñaste cada paso antes de darlo,
y si las ramas cobran vida dispuestas a hacerme daño,
el fuego de tu escencia en mi sangre sale a afrontarlo.

Ayer caminabamos de la mano por el Templo del Sol,
conservo la seguridad intacta al seguir tus pasos,
y hoy transitamos juntos las veredas del descontrol,
se hace todo tan fácil si cuento con tus abrazos.

Las palabras escritas tienen ventaja sobre las demás,
dedico esta canción a la melodía que tu nombre conlleva,
y sé que me falta mucho para describir lo que significás,
pero es lo menos que puede hacer este Hijo de una Eva.


Alma
 

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30.9.07
amelinado
Quiero ser testigo privilegiado en este juicio a mi desengaño, despojarlo de argumentos; quitarle el overol.
Presenciar desde el estrado en el que estoy sentado hace años como mi vasto imperio de excusas cae rendido ante tu sol...

Necesito alejar este invierno estacionado en el alma que pensé que hospedaría para toda la vida.
Que tu nombre-melodía se lleve las hojas secas del pasado a algún lugar remoto, mientras tus abrazos reparan mi herida.

Estuve secuestrado por mí mismo durante mucho tiempo, llegué a creer que ya no podría escapar de los limites de Estocolmo.
Pero de tu mano escalé los muros de la negación hasta reencontrarme con quien fui siempre en el fondo.

Hay señales precisas, directas y transparentes que son dagas filosas para los corazones más frágiles.
Y me di cuenta que los pretextos, miedos, atenuantes y evasivas eran siempre mis escapes más ágiles.

Hoy miro hacia adelante y dejo atrás ese triste legado:

hoy la primavera ha regresado.
 

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16.8.07
Lo que el viento nunca se llevó
Por la esquina de Santa Fe y Arenales hace mucho que ya no sopla más el viento.

A decir verdad, y aunque seguramente esta verdad suene descabellada, el viento ya no se anima a volver a pasar por ahí. Se niega. La elude zigzagueando entre-calles aledañas. Evade ese nefasto cruce en su recorrida diaria, victima de un temor tan profundo como su remota existencia.

Ella estaba esperando la llegada del 343 en la esquina de Santa Fe y Arenales en su primer mañana laboral desde que habían llegado al barrio. Una y otra vez se subía y se bajaba al cordón para entrar en calor e ir despertando a los músculos de su noche agitada. No conocía los tiempos y las distancias de este nuevo lugar, pero siempre confiaba en su suerte y, después de todo, con ese tibio sol de otoño revistiéndola de dorado, la espera del colectivo podía tardar un año que no se quejaría en absoluto.

El viento venía distraído por la avenida jugándole una carrera a unos gorriones que hacía mucho no saludaba, cuando de pronto la descubrió dando esos saltitos de la calle a la vereda. Ahí estaba, tan humanamente insignificante pero a su vez tan tangiblemente hermosa, despreocupada del mundo que la rodeaba y con una sonrisa capaz de partir el asfalto a la mitad con apenas una mueca.
Sin dudar apenas un segundo, el viento se presentó de forma muy elegante, rodeándola con una brisa que le recorrió suavememente el cuello y terminó entrelazándose en los dedos de ambas manos. Ella respondió sorprendida ante la situación con una risa tímida que lo cautivó más que aquél antológico cruce de siglos atrás con la voluptuosa marea.
Y como en un argumento de una comedia romántica, en ese momento el colectivo irrumpió la escena sin previo aviso, y ella se subió de inmediato, mirando por sobre sus hombros mientras se alejaba el hueco vacio en donde juraba que acababa de toparse con una presencia cálida y agradable.

A partir de ese día, cada mañana fue similar. Siempre que ella llegaba a la parada, por alguna razón que no podía explicar pero que le encantaba que así fuese, el viento le hacía las mejores caricias que alguna vez había sentido. Otras veces, de la copa de algún arbol bajaba levitando suavemente alguna flor traída desde quién sabe dónde, e incontables oportunidades sentía una melodía dulce y suave en el oído, como si alguien o algo estuviese queriéndole confesar un sentimiento íntimo.
Cada tanto, un coro de gorriones se posaba sobre los cables del poste de luz de la vereda del frente y al unísono entonaban canciones alegres, que le levantaban el humor a ella y a los vecinos y comerciantes de la zona, que no podían salir de su asombro y su desconcierto.

El tiempo siguió pasando, y la historia de amor de la chica de la esquina y el viento se fue haciendo más conocida. Cada vez que el 343 se hacía presente y ella lo abordaba, de pronto los pajaros levantaban vuelo nuevamente, los remolinos de viento que formaban figuras con hojas secas se desvanecían, y el silbido armonioso que doblaba por la esquina acallaba repentinamente hasta el día siguiente, en que tal enigmática escena volvía a repetirse.

Pero el viento comenzó a sentir que su inmaterialidad era una barrera infranqueable para su sentimiento por ella. Y no es que no fuese feliz regalándole tales demostraciones, sino que simplemente eso comenzaba a no alcanzarle. Fue así que decidió que la siguiente mañana la llevaría con él abordo del mundo de lo insustancial, a conocer el límite donde rompen las olas, a saludar una por una a las nubes y a sentir el cosquilleo de pasar por entre miles de copas de árboles de toda tamaño y color. Así, sólo así, el viento podría ser uno con ella.

Y esta vez el viento llegó primero que ella. Muerto de ansiedad. Fue entonces cuando la vio llegar de la mano de una persona, de un hombre, humano... material. De alguien incapaz de traerle el canto de las aves a sus pies, de alguien a quien bajar una porción de arcoiris para que se proyecte de esquina a esquina era algo simplemente imposible... alguien a quien, tristemente, ella podía abrazar como lo venía haciendo desde el principio de la cuadra. Alguien a quien ella podía tomar fuertemente de la mano y comentarle rozando su oído que esta era la esquina en la que ocurría lo inexplicable que tantas noches atrás le había comentado aunque él no le creyera.

Sin embargo esa mañana nada pasó.
Y el resto de las mañanas tampoco.

Por la esquina de Santa Fe y Arenales hace mucho que ya no sopla más el viento.
 

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