8.7.05
Siete del siete
Basta. Esta historia de nunca acabar ya cansa. Es como un chiste de humor negro, ácido, sin ninguna gracia y mal intencionado. Una película mediocre que nunca llega a copar la cartelera ni a batir los récords de taquilla, pero que tristemente nos obligan a ver -al menos- una vez por año en todo el mundo. Sin dudas un best-seller de esos que reflejan un contexto social, una época, una radiografía de la bajeza de la humanidad. Una novela que comenzó a escribirse en los anales de la historia, pero a la cual le continuamos anexando capítulos cada vez más grises, cada vez más tristes porque tal parece ser que no aprendemos nunca.
No va más. A más de dos mil años de existencia y de un supuesto desarrollo intelectual tan vertiginoso como prodigioso, resulta dificil descifrar donde encaja tanta falta de cordura... ¿o será que somos más bestias que lo que consideramos animales salvajes y no tenemos el tezón de admitirlo y lo ocultamos argumentando una falsa evolución? Quiero desligarme del valor de mi conciencia y mi capacidad de razonar si potencialmente puede llevarme a ser participe o artifice de una obra maestra de la muerte como un atentado, una guerra o un homicidio.
Paren. De veras, paren. A esta altura ya no importa como es el guión, quien tiene la razón. Porque está clarísimo que la hemos perdido, si es que alguna vez tuvimos el privilegio de acuñarla en nuestro génoma humano. Entonces no caben esas infelices argumentaciones en pos de la presunta liberación del mundo contra la amenaza terrorista para ocupar un país por la fuerza, porque un bebé de tres meses que duerme en el hospital-objetivo de la capital afgana tiene de asesino lo que un mono de adivino. Y lo mismo se aplica a la otra campana de la versión, que adjudica su causa y sus actos a un infundado mandato divino, incluyendo en la lista de daño colateral mujeres, ancianos, niñas y niños. Si es que de veras hay alguien allá arriba me lo imagino con las manos cubriendose el rostro, escondido detrás de alguna nube muerto de la verguenza porque a su nombre se atribuya tal demostracion de insanía e ira.
Así no. Siguiendo con esta loca carrera de ida y vuelta, de cachetazos retribuidos y orgullos heridos quien va a resultar el único vencido es la paz. Para peor, en este sádico juego de ajedrez cuyo tablero es el mapamundi y los peones sacrificables resultamos nosotros, quienes lo juegan van incursionando en nuevas tendencias o mejor dicho patéticas modas de quitar vida a gran escala. Es de esa forma como movilizan barcos gigantescos llenos de artillería por todo el océano isando bien alto la bandera negra de la muerte, o como se elabora hasta en el más mínimo detalle oscuro la manera de coordinar como derribar dos edificios con aviones civiles. Y en su afán de perfeccionarse como relojitos-asesinos sus métodos irán progresando, aumentando la eficacia y la cantidad de fichas desechables en cada jugada...
Quisiera no tener que volver a desayunar con un numerito de inocentes caídos que sube o baja a cada segundo y que lo tenemos tan asimilado que lo confundimos con el de la temperatura que se encuentra a su lado. No. No quiero. Me rehuso a prender la TV o abrir el diario y preguntarme en voz alta "a ver ahora a quien le habrá tocado". Porque la respuesta en definitiva ya la tengo. La gran perdedora tiene nombre más allá de los objetivos elegidos, los lugares geográficos de turno y la cantidad de personas para siempre perdidas.

Que no sea cuestión de tiempo su extinción...

- NO MAS -

 

--------------------------------------------------------------------------------------------