4.9.05
El acertijo
Luego de mucho tiempo me asomo a mirar por el ajetreado ventanal de mis emociones. Qué raro es el paisaje que se brinda ante mi como un óleo renacentista... si tan sólo tuviera la capacidad para entender a la pintura, quizás así podría interpretar este cuadro y en base a eso saber bien qué se hace cuando hay que volver a empezar, cuando hay que renacer.
Apoyo mis manos en el marco de marfil finamente tallado por elfos y duendes que ya no me visitaron más y asomo mi cabeza lo más que puedo. Cuan extraños son los sonidos que provienen desde el exterior. Parecen parte de una partitura de una canción de orquesta clásica llena de claves de sol, silencios y chorcheas que estoy seguro de que me están susurrando al oído las respuestas al dilema de quién soy... cómo quisiera saber leer un pentagrama y comprender la música para escucharla atentamente y quizás así resolver qué hacer.
Desconcertado y asustado por el vértigo de ese brusco asomo hacia las profundidades de mi interior, acudo como una abuela dogmática a los viejos libros que están atiborrados de explicaciones para todo aquello que acontece en la vida en busca de alguna seguridad, de alguna pista. Para mi desagradable sorpresa, pese a que sé leer a la perfección el idioma del Ser y hasta lo sé traducir en otros idiomas, en la literatura no logro encontrar el tomo que contiene la receta para dar con mi propia identidad y forzarla a un encuentro conmigo mismo con el libro como mediador obligatorio.
A punto de resignarme y haciendo uso de mi última carta, decido recurrir a las oligárquicas Ciencias, dispuesto a asociarme a sus frías explicaciones que tienen como meta descubrir la verdad sin importar las consecuencias y sistematizan los sentimientos como si se tratara de conocimientos. Lo sé, no existen palabras para describir semejante traición al resto de las artes, pero quizás en el 'arte' del método científico se halle la llave para abrir mi caja de Pandora. Además, mi desesperación es tal que no me permite perder más tiempo... Como era de esperarse, ni en la hipótesis, ni en la prueba, ni en la refutación y mucho menos en la conclusión el extraño subuniverso denominado Ciencia posee la más ínfima respuesta a lo que me acontece.

Harto, resignado y casi sin energías caigo desplomado sobre el ventanal.

Luego de hacerse rogar una eternidad en mi búsqueda interna, La Solución se presenta ante mi sigilosa y hace su gran aparición repentinamente...

No soy lo que veo, no soy lo que escucho, no soy lo que leo, no soy lo que aprendo:

Soy lo que escribo.

-No tengo más nada que buscar-
 

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