10.10.05
Quaere verum (buscando la verdad)
En algún jardín de la ciudad se encuentra el Árbol de las mil y una hojas. Un árbol que, extrañamente, no es posible clasificarlo dentro de ninguna especie conocida por el hombre en la pluriexistencia de la flora que puebla la superficie del planeta. Aunque su ubicación ha sido la misma desde las épocas sin memoria, nadie lo ha visto jamás, pero se rumorea que es cuestión de pensar un instante solamente en él para tenerlo frente a los ojos. Sucede que, por más paradójico que esto suene, este ejemplar se encuentra perfectamente escondido a la vista de todos.
Sus raíces, fuertes tentáculos amarronados que se anudan un sinfín de veces de manera azarosa, son tan profundas que llegan hasta el centro mismo de la tierra. En verdad, cuando el mundo era apenas una semilla pululeando en el cosmos, el primer brote verde que vio la luz fue uno de estos raigones, y luego vino todo lo demás. Estas raíces están ligadas de manera tan intrínseca con las entrañas de la tierra, que cada una de las mil y una hojas de la copa poseen las respuestas a todas las preguntas sobre el universo y el ser humano.
Una vez cada tanto, por obra de la impredecible danza de la naturaleza y sus tiempos arbitrarios, algunas de estas pequeñas hojas reveladoras de verdades absolutas se desprenden de la rama que la sujeta y de sus hermanas para siempre. Así, llevadas involuntariamente de la mano del caprichoso viento que rige los cielos, cada una de estas hojitas huérfanas hace su recorrido de destino incierto esperando estacionar alguna vez, mientras se van dispersando por la inmensidad de la faz terrestre.
Muchas veces sucede que, producto de la mera casualidad o el meticuloso destino, una de estas hojuelas se deposita mansa en las manos de algún desprevenido en la calle, sentado en el banco de una plaza, esperando para cruzar en una esquina o barriendo la vereda. Y es al sutil instante de leer la verde textura porosa de la hoja cuando la vida de estos descubridores involuntarios conocen en el acto su razón de ser, como obtener la felicidad, para que están en esta vida, cómo llegamos hasta aquí, cuál es nuestro fin, si estamos solos en el universo, si existe una vida después de la vida, hay alguien ahí arriba; o cualquiera sea la pregunta existencial y fundamental que esa persona tenga sin responder y que precise para dar con su armonía espiritual.
Por cuestiones que obedecen al orden natural de las cosas, una vez que la hoja ha brindado la contestación al énigma personal de quien la encontró, en cuestión de milésimas se deshace por completo, impidiendo así que sobre esa misma se pueda saciar otra incertidumbre escencial. Así es que algunos pocos afortunados dan con la solución a las interrogantes más importantes de su vida sin siquiera proponérselo, y se dedican el resto de sus días a disfrutar de esa felicidad obtenida impensadamente; mientras que otros que dedican su existencia entera a brindar una contestación a las incógnitas más profundas de su ser lo harán eternamente sin encontrarlas jamás.

Ojalá las influencias y los contactos de mi suerte me consigan una de estas hojas reposando en mis manos uno de estos días, así por fin obtengo LA respuesta que necesito.

Ojalá...
 

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