18.8.04
Un juego de niños
Nuestra primer expresión del sentimiento de felicidad. Aquella que logra que manifestemos alegría aún cuando no somos capaces de relacionarnos mediante un código. El lenguaje del alma, la esencia del espíritu... la risa.
Una materia que en ninguna cátedra se enseña, que no hay profesor que garantize la fórmula para tenerla. Un saber atávico cuyo origen es sólo posible de encontrar en los anales del interior humano, allí, donde todos los caminos convergen en un mismo individuo pseudo-racional.
No recuerdo la primera vez que me reí. Y a decir verdad, al evocar la última intancia en que lo hice mi mente me trae momentos muy anteriores a mi risotada más reciente. Es curioso, pero resulta ser que tengo todavía frescas en las paredes de mi memoria miles de situaciones en las que sucumbí ante las huestes del jolgorio y la satisfacción que datan de mucho tiempo atrás, de una época en la que mi contento era tan completo como inocente, de una Era de recreo permanente: mi niñez.
No es que quiera restarle mérito a la condición actual de mi hilaridad preadulta, pero aquella etapa fue de un regocijo constante, perenne. Sin dudas creo que la razón fundamental tiene que ver con el ánimo lúdico que conlleva innatamente la infancia. La vida como un juego, tomarlo todo con una percepción semi-real de lo que está verdaderamente sucediendo. No existe nada realmente grave, y lo que si lo es escapa en esa precisa ocasión a nuestra profunda comprensión, por razones obvias.
No obstante la inexorable llegada del baño de entorno y realidad comienza a empaparnos de a poco y así, gradualmente vamos dejando de lado esa plácida estación de la constante sonrisa para sumirnos en la monotonía de la objetiva subsitencia mundana. Esa que nos entrega esporádicas ráfagas de carcajadas que aguardamos ansiosos que vuelvan a pasar...
¿Dónde hemos dejado los juegos que supieron entretenernos horas infinitas en los irrecuperables tiempos de nuestra infancia? ¿Cómo es posible que hayamos permitido que el sistema irrigatorio de júbilo incesante se oxide bajo las aguas de la monotonía?
Si la risa es el lenguaje del alma, entonces la diversión es el dialécto del hombre, y es ahora cuando les pido a ustedes que nos entretengamos tratando de entender este juego de ciclos vividos que por propia decisión ya no permitimos regresar.
 

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