23.7.04
Fe de erratas
En tiempos en los que el hombre le ha puesto precio a sus valores, ofreciendo su alma al diablo a cambio de recompenzas materiales y títulos de nobleza efímera, resulta tan paradójico como reconfortante el hecho de seguir festejando el día del amigo. A lo largo de la historia, tenemos una diversidad de fechas practicamente para todos los gustos y de todos los colores: día de la madre, del bombero voluntario, del padre, de la raza, del periodista, del empleado de comercio, de la secretaría, y podríamos continuar así hasta cubrir el año entero, sin tener en cuenta los cumpleaños, las fechas patrias y las datas festivamente importantes. Al momento de festejar o celebrar dichos días, las aguas quedan divididas en dos claros bandos: están los que atribuyen a la felicitación o el abrazo cuestiones netamente marketineras -generar una excusa para un gasto- y optan por la indiferencia argumentando que cualquier día es un día apto para honrar a un viejo verdulero laburante o a una novia apasionada. En contraste, el grupo restante suele tener en cuenta estas oportunidades para obsequiar, elogiar, aplaudir, saludar e incluso brindar con su canillita de confianza o su profesor de la vida más influyente, sin importar las genuinas razones que generen tal instancia.
El día del amigo es un momento cuasiperfecto, uno de los pocos que produce una yuxtaposición de las mencionadas posturas tan claramente diferenciadas y enfrentadas: a los que descreen del fundamento original les permite disfrutar de una cena, compartir una cerveza o una reunión con sus amistades -tal como en cualquier otro momento del año-, mientras que a los románticos del pretexto les permite enamorarse del sólo hecho de exisitir para seguir construyendo algo tan tangible y a la vez insondable como lo es la amistad.
Pero más allá del análisis que se puede realizar sobre el asunto, creo que quien ideó el día del amigo incurrió en una pequeña fe de erratas al nombrarlo. Cualquiera de ustedes que posea una amistad de raíz, inquebrantable, eterna e intrínseca sabrá muy bien que es muy delgada la línea entre eso y la hermandad; de valores semejantes y principios tan francos como nobles. Si a esto le agregamos que en toda la vastedad de nuestro calendario de celebraciones inventadas no tenemos una fecha para nuestros pares en la jauría me convenzo que el Día del Amigo debería llamarse Día del Hermano.

 

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